Málaga, ciudad discapacitada

NICOLE CACHO. La discapacidad física, para los que tenemos la gran fortuna de no padecerla (digo «padecer» porque nos queda mucho camino de mejoras para cambiar ese verbo en uno más amigable), parece que es algo ajeno a nuestro mundo cotidiano. Somos algo conscientes de su existencia cuando por ejemplo vemos aparcamientos para discapacitados, y egoístamente pensamos: «¿Hay tantas personas en silla de ruedas en Málaga para que haya que reservar veinte parkings que luego no van a utilizar porque siempre están vacíos?». Vemos iniciativas de diversas organizaciones, de departamentos gubernamentales y otros estamentos que poco a poco luchan por realizar mejoras en la infraestructura de la ciudad, y del país, pero sinceramente, hasta no tener a alguien postrado en una silla de ruedas, por ejemplo, no nos damos cuenta de las dificultades a las que se enfrentan.

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